Actualmente vivimos inmersos en la “sociedad del mercado”, una sociedad hiperconectada, una sociedad democráticamente libre de expresión pero que vive atada a las reglas de interpretación virtual, una sociedad de consumo desmedido en donde los reeditores de experiencias son ahora “líderes de opinión”, una sociedad que vive del uso y el abuso del medio y sus recursos, una sociedad que evoluciona de nombre en nombre de generaciones X, Y, Z, Millenial y ahora la generación amable, inclusiva y superviviente.
Esto representa una oportunidad única para el diseñador como creador, comunicador, materializador de conceptos, objetos y experiencias, una oportunidad conveniente si vive, percibe, entiende el mercado y sus componentes básicos, si le genera utilidad y significado a su función como ser creativo, innovador o traductor de ideas.
Este panorama puede ser amplio y complejo según su enfoque pero básico y práctico si se prensentan ejemplos locales, alcanzables, medibles y argumentables.
El diseño debe ser inclusivo desde el mismo diseñador y su experiencia con la sociedad y el mercado y la “sociedad de mercado”, el diseño y el diseñador deben ser rentables el uno para el otro, con funciones estratégicas desde el camino del emprendimiento.